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Afrontar la infertilidad – II

La infertilidad es un problema de pareja, no de la mujer. Es importante y necesario que sean los dos miembros de la pareja quienes acudan a todas las visitas médicas, pruebas, entrevistas, sesiones de apoyo psicológico… Ahora más que nunca hay que trabajar en equipo.

La familia y los amigos. Al ser difícil llevar este proceso de modo privado, es importante delimitar cuál será su papel. ¿Qué se quiere compartir con ellos? Muchas parejas deciden limitar la información que proporcionan a su círculo más cercano para evitar el estrés derivado de sus preguntas y demandas de información. No obstante, el aislamiento no es bueno; es recomendable contar con alguna persona de confianza que les pueda dar apoyo y soporte emocional.

 

¿Buscar información o dejarse llevar?

Hay personas a las que les ayuda mucho recopilar enormes cantidades de información, estadísticas y testimonios acerca del proceso, ya que esto aumenta su sensación de control y disminuye la incertidumbre. Otras prefieren “dejarse llevar” y saber lo menos posible. No hay una opción que sea la mejor por defecto, todo dependerá del modo de afrontarlo que tenga cada uno.

Fijar fronteras. Deben acordar cuáles van a ser los límites que pongan al tratamiento: a cuántos ciclos de inseminación artificial o fecundación in vitro están dispuestos a someterse, cuánto dinero pueden invertir, cuánto tiempo se pueden dar… Fijar estos techos ayudará a delimitar algo poco controlable.

Siempre hay que tener un plan, saber cuál va a ser el siguiente paso a dar tanto si los resultados son positivos como negativos. “Si esto falla, ¿vamos a donación?, ¿adoptamos?, ¿tiramos la toalla?” No basta con un plan B, también hay que tener un plan C y D. Esto les ayudará a disminuir la incertidumbre y aumentará su sensación de control.

Hay un momento especialmente delicado que transcurre desde el final del tratamiento hasta la prueba de embarazo. Suelen ser dos semanas en las que cesan de golpe todas las visitas médicas y “solo” hay que esperar al resultado. Las parejas conocen este periodo como la betaespera (la “beta” es el valor de la hormona betaHCG que determina si ha habido embarazo o no). Suele ser emocionalmente muy intenso, y durante el mismo es recomendable realizar actividades placenteras que rompan con la rutina (hacer excursiones, quedar con amigos…) y no centrar todo el tiempo únicamente en esperar los resultados.

La beta es negativa, ¿ahora qué? Es importante asumir que los resultados negativos forman parte del proceso. Cada fracaso duele mucho, es ingenuo esperar lo contrario, pero enfocarlo positivamente será determinante para lograr el objetivo final: de cada experiencia se obtiene información muy valiosa que ayuda a planificar mejor la siguiente intervención y, con ello, maximizar las posibilidades de éxito. Recuerda que, ya de por sí, la reproducción “no asistida” es muy compleja.

¡La beta es positiva!, ¿ahora qué? Muchas parejas se sienten desorientadas al llegar a este punto. Es algo que llevan tanto tiempo esperando que quizá han idealizado lo que deberían sentir. ¿Que qué sienten? Habitualmente, miedo. No suele haber fuegos artificiales ni música épica al ver el resultado, hay una mezcla de emociones muy intensas entre las que predominan, obviamente, la alegría, pero el miedo y la ansiedad tienen un papel muy importante. Muchas parejas llegan a este punto después de meses o incluso años en los que apenas han recibido buenas noticias acerca del proceso, están acostumbrados a perder. Y no se creen que, por fin, han alcanzado la meta. Este miedo poco a poco se desvanece y da lugar a otras emociones.

 

Artículo original: http://elpais.com/elpais/2015/09/17/eps/1442509276_697858.html

 

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